jueves, 28 de mayo de 2009

Jesús y Lázaro: De la muerte a la vida.

Jesús y Lázaro: De la muerte a la vida (Jn 11, 38b-46)
11, 38b. Era una cueva y una losa estaba puesta en la entrada.
39. Dijo Jesús:
- Quitad la losa.
Le dijo Marta, la hermana del difunto:
-Señor, ya huele mal, lleva cuatro días.
40. Le contestó Jesús:
-¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
41. Entonces quitaron la losa.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo:
-Gracias, Padre, por haberme escuchado.
42. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo digo por la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43. Dicho esto, gritó muy fuerte:
-¡Lázaro, ven fuera!
44. Salió el muerto con las piernas y los brazos atados con vendas; su cara estaba envuelta en un sudario. Les dijo Jesús:
-Desatadlo y dejadlo que se marche.
45. Muchos de los judíos que había ido a ver a María y habían presenciado lo que hizo, le dieron su adhesión.
46. Algunos de ellos, sin embargo, fueron a ver a los fariseos y les refirieron lo que había hecho Jesús.

EXPLICACIÓN.

38b-46. Sepulcro-cueva (38b), de los patriarcas (Gn 49,29-32; 50,13), ligado a los orígenes del pueblo. Es el antiguo sepulcro, el de la muerte, donde todos han sido puestos, en oposición al sepulcro nuevo de Jesús, el de la vida, donde nadie había sido puesto todavía (19,41). Lázaro ha sido enterrado a la manera y según la concepción judía, “para reunirse con sus padres” (Gn 15,15). La losa, que cierra el paso, simboliza la definitividad de la muerte.
Jesús pide a la comunidad que se despoje de esa creencia (Quitad la losa) (39) que relega la resurrección al final de los tiempos, separando a los vivos de los muertos. Marta no ve diferencia entre la muerte de un discípulo y la que ha sufrido la humanidad desde siempre (cuatro días, cf. 11,17). Su fe (11,27) vacila ante la cruda realidad (ya huele mal). Jesús le reprocha su incredulidad (40); la vida que vence la muerte manifiesta la gloria/amor de Dios. Ante el reproche, la comunidad se decide a dejar su idea de la muerte (41: quitaron la losa).
El gesto de Jesús (41: levantó los ojos) muestra su comunicación con la esfera de Dios. Jesús no ora ni pide nada al Padre, le da gracias, porque el Padre se lo ha dado todo (3,35). Tiene conciencia permanente (siempre) de su relación con el Padre (42). El agradecimiento, expresión del amor. La fe de los presentes será efecto de la manifestación. Con su orden (43), saca a Lázaro del lugar de la muerte, que no le corresponde, pues el creyente sigue viviendo (11,25; 19,41). Como el hedor (39), también las vendas y el sudario (44) subrayan la realidad de la muerte física. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad. Paradoja: el que sale está muerto, pero sale él mismo, porque está vivo. La exhortación a quitarle las vendas invita a la comunidad a traducir en la práctica la nueva convicción de que el discípulo no está sometido al poder de la muerte.
Jesús no devuelve a Lázaro a la comunidad, lo deja marcharse, pero ya libre. El camino de Lázaro lleva al Padre, con quien está vivo. La narración escenifica el cambio de mentalidad frente a la muerte que Jesús les pide; son ellos los que lo han atado y a ellos les toca desatarlo. Como la losa encerraba al muerto en el pasado, en el sepulcro de Abrahán, las vendas le impedían llegar a la casa del Padre. Se describe dramáticamente la concepción judía del destino del hombre, que impedía a la comunidad comprender el amor de Dios manifestado en Jesús. No es que Lázaro tenga aún que irse con el Padre, son ellos los que tienen que dejarlo ir, comprendiendo que Lázaro está vivo en la esfera de Dios, en vez de retenerlo en su mente como un difunto sin vida.
Al desatar a Lázaro “muerto” son ellos los que se desatan del miedo a la muerte que los paralizaba. Se liberan todos de la esclavitud a la muerte. Sólo ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrá la comunidad entregar su vida como Jesús, para recobrarla (10,18).
Reacción natural, la adhesión a Jesús (45); mientras tenía miedo a la muerte, la comunidad no interpelaba ni se veía diferencia alguna entre los judíos y los discípulos de Jesús. Ahora, la comunidad es un testimonio de amor de Dios que libra al hombre del temor más profundo, raíz de todas las esclavitudes. En cambio, los incondicionales del orden injusto (46) dan la noticia a los fariseos, que controlan la situación (9,13). Que el hombre tenga vida y sea libre es para ellos motivo de inquietud.

SÍNTESIS.

El designio de Dios sobre el hombre es comunicarle una vida que cambia cualitativamente la que el hombre posee: vida que supera la muerte. Ésta seguirá siendo un hecho biológico, pero no señalará el fin.
La muerte como final de la vida es la expresión máxima de la debilidad humana, que incluye todas las demás debilidades y humillaciones. El miedo a la muerte como desaparición definitiva deja al hombre impotente ante la opresión y funda el poder de los opresores. Liberándolo de este miedo radical, Jesús hace al hombre radicalmente libre, dándole la capacidad de entrega generosa y total.

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