miércoles, 19 de agosto de 2009

El odio del mundo.

El odio del mundo.
(Jn 15, 18-25)

15, 18. Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me ha odiado a mí.
19. Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como no pertenecéis al mundo, sino que al elegiros yo os saqué del mundo, por eso el mundo os odia.
20. Acordaos del dicho que yo mismo os cité: “No es un siervo más que su señor”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han vigilado mi mensaje, también el vuestro lo vigilarán.
21. Todo eso lo harán contra vosotros por ser de los míos, porque no quieren reconocer al que me envió.
22. Si yo no hubiera y les hubiera hablado, no habrían mostrado su obstinación en el pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23. Odiarme a mí es odiar a mi Padre.
24. Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, no habrían mostrado su obstinación en el pecado; pero ahora las han visto personalmente y, sin embargo, nos han tomado odio tanto a mí como a mi Padre.
25. Pero así se cumple el dicho que está escrito en su Ley: “Me odiaron sin razón”.

EXPLICACIÓN.

18-25. El mundo (18), nombre colectivo, designa al círculo o sistema de poder que organiza la sociedad, y a sus adeptos. En este contexto designa a todo sistema injusto. Odio, cf. 3,20; 7,7. El favor o la desgracia ante “el mundo” depende de la aceptación o no de sus valores (19); los discípulos han roto con él, al optar por Jesús, opción confirmada por su elección. Éste es el éxodo al que Jesús invita: el paso de la esclavitud a la libertad (8,36), de la muerte a la vida (5,24).
Jesús repite la primera parte del proverbio citado antes (13,16; el amor significa servicio mutuo) (20), para mostrarles que la persecución es la consecuencia inevitable de la práctica del servicio a los hombres (cf. 5,16). La actitud de los partidarios del sistema ante Jesús y los suyos es la de sospecha continua (vigilarán), porque la propuesta de una alternativa los irrita y los alarma. Los dirigentes se han negado a reconocer que Jesús era el enviado del Padre (21); han creado una imagen falsa de Dios (5,37s; 8,55) y por eso se oponen al verdadero. El que ellos adoran se hace cómplice de la opresión, puesto que en su nombre ejercen su dominio (5,10; 9,14-24). No pueden tolerar al Dios que está a favor del hombre y lo libera.
La ceguera de los dirigentes es voluntaria (9,41). Las palabras y las obras de Jesús les han dado la ocasión de rectificar (22). Él les ha explicado sus obras, les ha expuesto su sentido y les ha hecho ver su propia incoherencia (5,19-47; 8,12-58; 9,39-10,38), pero la respuesta ha sido la oposición (8,48; 10,20), el intento de matarlo (5,16.18; 7,1.19.25.30.32.44; 8,20.37.40; 11.47ss; 12,10) y, en ocasiones, la violencia directa (8,59; 10,31.39), hasta llegar a la condena a muerte (11,53). El rechazo de Jesús es el pecado que da remate al que ya tenían y que consistía en la opción por sus propios intereses y en contra del hombre (8,23). Antes de Jesús no era tan evidente su mala fe, pero ahora han cerrado voluntaria y definitivamente sus ojos a la luz (3,19).
Las palabras de Jesús son las que ha oído al Padre (8,38; 12,50), pero ellos no las han escuchado (8,47), antes bien les han tomado odio (5,18; 8,40; 10,33). Con esto odian al Padre (23), pues no existe un Dios diferente del que se hace presente en Jesús y habla por su medio.
No sólo eran de Dios las palabras de Jesús, sino en primer lugar sus obras, que acreditaban sus palabras (4,34; 5,19.30.36; 6,38; 10,37s), pero también éstas han provocado el odio de los dirigentes, odio que incluye al Padre. Al descubrir el ser del verdadero Dios, lo detestan, porque no apoya su poder ni legitima su injusticia.
Jesús cita Sal 35,19 y 69,5 (25). Bajo el nombre de Ley se incluye toda la Escritura judía ((cf. 10,34), de la que Jesús se distancia de nuevo (su Ley; cf. 7,19; 8,17; 10,34). Los adversarios de Jesús, por haber tergiversado el sentido de la Escritura, se identifican con los que en ella se oponen al designio de Dios. Ese mensaje de odio está escrito definitivamente en la Ley, y también definitivamente quedará escrito el mensaje de Jesús, su nombre puesto sobre la cruz, expresión suprema de su amor (19,19).

SÍNTESIS.

La paz entre el sistema injusto y la comunidad de Jesús es imposible. Los discípulos han roto con el mundo; de ahí la persecución solapada o manifiesta. El grupo cristiano es sospechoso. La razón profunda de la hostilidad es la que el orden injusto tiene contra Dios mismo. Aceptará a un dios que legitime la injusticia, pero no al que se presenta en Jesús.

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