lunes, 31 de agosto de 2009

El Hombre-Hijo de Dios: La verdadera realeza.

El Hombre-Hijo de Dios: La verdadera realeza.
(Jn 19,4-8)

19, 4. Salió otra vez fuera Pilato y les dijo:
- Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún cargo contra él.
5. Salió entonces fuera Jesús, llevando la corona de espino y el manto de color púrpura. Y les dijo:
-Mirad al hombre.
6. Pero apenas lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, empezaron a dar gritos:
-¡Crucifícalo, crucifícalo!
Les contestó Pilato:
-Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro cargo contra él.
7. Le replicaron los dirigentes judíos:
-Nosotros tenemos una Ley, y, según esa Ley, debe morir, porque se ha hecho hijo de Dios.
8. Cuando Pilato oyó decir aquello, sintió más miedo.

EXPLICACIÓN.

4-8. Pilato anuncia la salida de Jesús (4); va a sacarlo (os lo traigo) fuera, al ámbito judío, para mostrar a los dirigentes que no hay razón para condenarlo. Jesús, burlado en su pretensión real, no puede inspirar temor alguno. No hay acusación posible.
Pero Jesús sale por propia iniciativa (Salió) (5). Llevando los atributos reales de la burla, se presenta a los que detentan el poder de su nación. Les muestra la calidad de su mesianismo; el Mesías consagrado por Dios (10,24-36) es aquel que rechaza el poder, pero se dispone a dar su vida para que ellos no perezcan (11,50s; 18,14).
El sujeto que habla (les dijo) puede ser Pilato o Jesús. Ambigüedad pretendida; según la lógica de la narración, sería Pilato; pero, en realidad es Jesús mismo quien se proclama el Hombre, la realización del proyecto de Dios. Por primera vez en la historia está apareciendo lo que es y significa ser hombre. El Hombre es el rey (corona y manto), porque a eso está destinado por Dios; es el Mesías que Dios envía a la humanidad (9,35). No hay dignidad superior a ésta. Los soldados, al despojar a Jesús de la falsa dignidad real, propia del mundo, han dejado al descubierto su verdadera realeza.
Los jefes religiosos y sus subordinados (18,3) (6a), identificados con sus dueños y asociados a su injusticia; los oprimidos que aceptan la opresión y se hacen a su vez opresores. El pueblo está ausente de toda la secuencia. Queda patente el verdadero motivo de la hostilidad a Jesús: no es el peligro de su pretensión de realeza, deshecha con la burla de los soldados, es el odio “al Hombre”. Los opresores no pueden soportar al que, con su verdad, derriba la mentira de su sistema. Con el poder y su Ley, han querido impedir que exista el hombre; ahora lo tienen delante en toda su grandeza y su vista los ofende. Gritan porque no tienen armas contra esa verdad.
Por segunda vez (cf. 18,31) expresa Pilato su deseo de que ellos se encarguen de Jesús (6b). Él sigue considerándolo inocente. Uno tras otro, sus intentos de compromiso son rechazados por la jerarquía sacerdotal. Los judíos (7), los dirigentes y partidarios de la institución judía. La Ley de Moisés prohibía matar (18,31); la de ellos los lleva a dar la muerte (cf. 7,19). Su ley es enemiga de Dios, pues se opone a la realización de su proyecto; prohíbe ser hijo de Dios (1,12) y, con ello, ser hombre. Es la ley del odio (15,25). La Ley, absolutizada y hecha instrumento del poder, condena a muerte a quien pretende realizar el proyecto creador.
El miedo de Pilato se había mostrado en su actuación vacilante y en su falta de decisión para dar la libertad a Jesús, al que reconoce inocente. Temía a los dirigentes judíos, pero ahora se pregunta si no ha de temer también a Jesús (8). En la narración, el poder judío con su saña y Pilato con su cobardía, se van envileciendo; en el centro se va descubriendo la fuerza de Jesús, que se mantiene fiel a sí mismo y a su misión.


SÍNTESIS.

La verdadera realeza es sinónimo de riqueza y libertad. “El rey” es “el Hombre”, el que posee la plenitud humana; su riqueza no son cosas, sino su propia persona, su vida y amor sin tasa; su plena libertad lo hace dueño de ella y le permite entregarla para comunicar amor y vida. La Ley, como instrumento de opresión, se opone a que el hombre llegue a realizarse; lo somete, privándolo de la libertad y le impide así disponer de la propia vida para darla.

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