martes, 8 de septiembre de 2009

IV. LA PREPARACIÓN DE LA PASCUA. La visión de la gloria.

IV. LA PREPARACIÓN DE LA PASCUA.
(Jn 19, 31-42)
La visión de la gloria.

19, 31. Los dirigentes judíos, como era día de preparación – para que no se quedasen en la cruz los cuerpos durante el día de precepto, pues era solemne aquel día de precepto -, le rogaron a Pilato que les quebrasen las piernas y los quitasen.
32. Fueron, pues, los soldados, y les quebraron las piernas, primero a uno y luego al otro de los que estaban crucificados con él.
33. Pero, al llegar a Jesús, viendo que estaba ya muerto, no le quebraron las piernas;
34. sin embargo, uno de los soldados, con una lanza, le traspasó el costado, y salió inmediatamente sangre y agua.
35. El que lo ha visto personalmente deja testimonio – y este testimonio suyo es verdadero, y él sabe que dice la verdad – para que también vosotros creáis.
36. Pues estas cosas sucedieron para que se cumpliese aquel pasaje: “No se le romperá ni un hueso”;
37. y todavía otro pasaje dice: “Mirarán al que traspasarón”.


EXPLICACIÓN.

31-37. Los dirigentes judíos (19,20) (31), que han conseguido dar muerte a Jesús, siguen preocupados por la pureza legal (cf. 18,28); la ejecución capital profanaba el sábado o la fiesta. Los cuerpos: solidaridad de Jesús con los que están crucificados con él y con todo hombre; “el cuerpo”, santuario de Dios (2,21).
Petición de los dirigentes a Pilato. Los soldados comienzan por los compañeros de Jesús (32). A éste no pueden quitarle la vida (33), la ha dado voluntariamente. Prepara Jn el texto sobre el cordero pascual (v.36).
La lanza (34), como el vinagre, representa el odio. Acción innecesaria, la hostilidad sigue. La expresión del odio permite la del amor que produce vida. Lo mismo que al vinagre del odio respondió Jesús con su muerte aceptada por amor y la efusión del Espíritu (19,30), a la herida de la lanza sucede la efusión de la sangre y el agua.
La sangre simboliza su muerte, suprema manifestación de su gloria o amor hasta el fin (1,14); el agua, el Espíritu (7,37-39), el amor/vida que comunica a los hombres (1,16). Señal permanente, el Hombre levantado en alto, para que tengan los hombres vida definitiva (3,14s); el Cordero de la nueva Pascua, el que libera al hombre de la esclavitud quitando así el pecado del mundo (1,29).
La descripción de la muerte de Jesús como un sueño (19,30) y la mención del costado relacionan este pasaje con el de la creación de la mujer (Gn 2,21s). Al nacer del agua/Espíritu (3,5) se formará la nueva humanidad, representada en figura de mujer-esposa por María Magdalena (19,25; 20,13.15). La primera mujer era carne de la carne de Adán y hueso de sus huesos (Gn 2,23); la nueva esposa del Hombre es espíritu de su Espíritu.
El testimonio que da el evangelista (35) es el más solemne del Evangelio. Cierra el testimonio de Juan Bautista (1,34), que describía la misión de Jesús (1,29: “quitar el pecado del mundo”; 1,33: “bautizar con Espíritu Santo”). Por primera vez se dirige Jn a sus lectores (vosotros; cf. 1,14.16: “nosotros”). La experiencia del amor de Jesús es el fundamento de la fe.
Se cumplen dos textos de la Escritura: Éx 12,46 (36), sobre la comida del cordero pascual: No se le romperá ni un hueso; Jesús, Cordero de Dios, alimento de los que se sumen a su éxodo. Serán discípulos suyos los que coman su carne y beban su sangre (6,53-58), es decir, los que se identifiquen con el amor de Jesús expresado en su vida y culminado en su muerte.
Segundo texto (37), Zac 12,10: Mirarán al que traspasaron. El profeta se refiere a uno de los acontecimientos del “día del Señor”, en el contexto de Zac 13,1 y 14,8 donde se habla del manantial que ha de brotar en Jerusalén para eliminar los pecados e impurezas; fluirá sin cesar hacia oriente y occidente, y el Señor será rey del mundo entero. A la luz de Zacarías, el agua que brota del Traspasado significa la universalidad del don del Espíritu; así será el Señor rey del mundo entero (19,19-23).
El verbo Mirarán cumple la promesa de Jesús a los discípulos: “Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre” (1,51). Es aquí donde se establece la comunicación definitiva de Dios con el hombre por medio del Espíritu que brota de Jesús.

SÍNTESIS.

Jesús en la cruz es la gran señal hacia la que convergen todas las que se han narrado en el Evangelio, la que da a todas su pleno sentido. Señal paradójica: un hombre condenado y muerto en una cruz. Nada más lejos de lo que podía esperarse como manifestación divina.
Jesús muestra la realidad de Dios; no es el Dios de los prodigios espectaculares, sino el que se manifiesta en el hombre mismo, participando con él en el desarrollo de la historia e imprimiendo en ella su dinamismo desde dentro. Se manifiesta en el amor generoso; en él despliega su potencia y él es el factor de cambio en la historia, la única posibilidad de redención y de plenitud del hombre.

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