domingo, 22 de marzo de 2009

Testigos en favor de Jesús 5, 31-47

Testigos a favor de Jesús. (5,31-47)
31. Si yo fuera testigo en causa propia, mi testimonio no sería válido.
32. Otro es el testigo en mi causa, y me consta que es válido el testimonio que da sobre mí.
33. Vosotros enviasteis a interrogar a Juan, y él dejó testimonio en favor de la verdad.
34. No es que yo acepte el testimonio de un hombre; lo digo, sin embargo, para que os salvéis vosotros.
35. Él era la lámpara encendida que brillaba, y vosotros quisisteis por un tiempo disfrutar de su luz.
36. Pero el testimonio en que yo me apoyo vale más que el de Juan, pues las obras que el Padre me ha encargado llevar a término, esas obras que estoy haciendo, me acreditan como enviado del Padre;
37. y así el Padre que me envió va dejando él mismo un testimonio en mi favor.
Nunca habéis escuchado su voz ni visto su figura,
38. y tampoco conserváis su mensaje entre vosotros; la prueba es que no dais fe a su enviado.
39. Vosotros estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida definitiva; son ellas las que dan testimonio en mi favor,
40. y, sin embargo, no queréis acercaros a mí para tener vida.
41. Gloria humana, no la acepto;
42. pero sé muy bien que vosotros no tenéis el amor de Dios.
43. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me aceptáis; si otro viniese en su propio nombre, a ése lo aceptaríais.
44. ¿Cómo os va a ser posible creer a vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que se recibe de Dios solo?
45. No penséis que os voy a acusar yo ante el Padre; vuestro acusador es Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.
46. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, dado que de mí escribió él.
47. Pero si no dais fe a sus escritos, ¿cómo vais a dar fe a mis palabras?

EXPLICACIÓN.

31-47. La situación se concibe figuradamente como un litigio en que Jesús, frente a un adversario, tiene que probar la validez de su causa (31). Jesús ha declarado que su actitud a favor del hombre es la única norma de conducta establecida por Dios, el único criterio para distinguir entre bien y mal. El adversario implícito es, pues, la Ley, que, según la opinión de todos, tenía a su favor el testimonio de Dios. Toca, pues, a Jesús aducir testimonios que corroboren su pretensión. Como lo que se discute es quien goza de autoridad divina –Jesús o la Ley- sólo Dios mismo puede dirimir la cuestión; por eso Jesús no acepta testimonios humanos, ni siquiera el de Juan (32-34).
El argumento único y decisivo de su misión divina es su propia actividad; no emplea dialéctica, aduce obras (5,17). Dios da testimonio a favor de Jesús a través de las obras que éste realiza. Quien conciba a Dios como dador de vida (Padre) tiene que concluir que las obras de Jesús, que efectúan el bien concreto del hombre comunicándole vida, son de Dios (Is 1,17; 58,6s; 61,1; Jr 21,11s; 22,15s; Ez 34,2-4; Sal 72,4.12-14).
Invectiva contra los dirigentes, pretendidos depositarios de la auténtica tradición. Endurecimiento inveterado (Nunca): han desobedecido a Dios (cf. Éx 19,5.89; 23,22), no han conservado su alianza (ver su figura, cf. Éx 24,27 LXX) y han dejado perder el mensaje de justicia/amor que ésta pretendía comunicar y que había sido renovado por los profetas.
Dos concepciones encontradas de Dios: el Padre, que ama al hombre y lo muestra dándole vida y libertad; el Dios de los dirigentes, el Soberano que impone un orden jurídico prescindiendo del bien concreto del hombre (37b-38).
Papel de la antigua Escritura, de la cual es parte la Ley que ellos han absolutizado: ser promesa y anuncio de la realidad que se verifica en Jesús. Considerarlas como fuente de vida en sí mismas, suprimiendo su relación esencial al futuro, impide comprender su verdadero sentido (39-40). Segunda invectiva: buscan su riqueza y prestigio (gloria que viene de Dios). Los que se dicen representantes de Dios carecen de la única credencial que les permitiría afirmarlo (41-42). Aceptarían a uno que fuese como ellos (43). Quienes no conocen el amor al hombre no puede dar la adhesión a Jesús (44). Moisés, realizador del éxodo, adquiere su pleno significado como figura que anunciaba la actividad liberadora de Jesús (45-47).

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