domingo, 18 de enero de 2009

SECCIÓN INTRODUCTORIA: DE JUAN A JESÚS (1,19-51)

EVANGELIO DE JUAN
SECCIÓN INTRODUCTORIA. DE JUAN A JESÚS (1,19-51).
El testimonio de Juan Bautista (Mt 3,1-12; Mc 1,7-8; Lc 3,15-17)
19. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando las autoridades judías enviaron desde Jerusalén sacerdotes y clérigos a preguntarle:
-Tú, ¿Quién eres?
20. Él lo reconoció, no se negó a responder; y reconoció esto:
- Yo no soy el Mesías.
21. Le preguntaron:
- Entonces, ¿qué? Eres tú Elías?
Contestó él:
-No lo soy.
-¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
-No.
22. Entonces le dijeron:
-¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Cómo te defines tú?
23. Declaró:
- Yo, una voz que grita desde el desierto: “Enderezad el camino del Señor” (como dijo el profeta Isaías).
24. Había también enviados del grupo fariseo,
25. y le preguntaron:
- Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres tú el Mesías ni Elías ni el Profeta?
26. Juan les respondió.
- Yo bautizo con agua; entre vosotros se ha hecho presente, aunque vosotros no sabéis quién es,
27. el que llega detrás de mí; y a ése yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias.
28. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
19-28. Testimonio de Juan, que había sido anticipado en 1,6-8. En la primera parte, la triple negación (1,19-23) desarrolla la frase de 1,8: No era él la luz. La segunda parte, sobre el que había de venir (24-38) explicita su testimonio en favor de la luz (1,7-8).
La actividad de Juan, que despierta en el pueblo el deseo de vida y plenitud (1,6), alarma a las supremas autoridades religioso-políticas (Jerusalén) (19). Preguntas: el Mesías era el salvador esperado; Elías, el precursor que había de preparar su llegada; el Profeta, el segundo Moisés (20-21). Las tres figuras encarnaban aspectos de la salvación como poseedores y transmisores del Espíritu (Is 11,2; 2 Re 2,9-15; Dt 18,15.18; cf. Nm 11,16s). Para Jn, Jesús es el único que posee y comunica el Espíritu (1,32), y en él se integran las tres figuras mencionadas. Juan Bautista es sólo una voz; su mensaje va dirigido a las autoridades, acusándolas de haber torcido el camino del Señor (Is 40,3) (22-23). Esta acusación indica la postura de Juan y el sentido que imprime a su actividad.
El grupo fariseo acusa a Juan de usurpador (25). El bautismo o inmersión en el agua era símbolo de muerte a un pasado, para comenzar una vida diferente; en el caso de Juan, simbolizaba la ruptura con la institución judía y la ideología propuesta por ella (1,5-8: la tiniebla). Suscitando en el pueblo el deseo de vida, Juan quiere emanciparlo de la sumisión a las instituciones que cierran el camino a Dios (23). Promueve, por tanto, un movimiento popular que muestra su desacuerdo con el sistema religioso.
Su bautismo no es el definitivo. El salvador está presente y él no puede tomar su puesto (1,27: desatarle la correa de las sandalias). La imagen alude a una costumbre matrimonial judía: Jesús tiene derecho preferente a ser el Esposo. Se alude a la antigua alianza, donde Dios se llamará el Esposo del pueblo (Is 54; 62; Jr 2; Ez 16; Os 2,4ss). Se establece, por tanto, una alianza nueva, una nueva relación entre Dios y los hombres; en ella, la figura que requiere la adhesión y la fidelidad de los hombres (El esposo) es Jesús, el Hombre-Dios (2,1-11) (24-27).
Betania, al otro lado del Jordán (28), fuera del territorio de Israel, será el lugar de la comunidad de Jesús (10,40-42).
Identidad y misión del Mesías.
29. Al día siguiente, vio a Jesús que llegaba hacia él, y dijo:
- Mirad el Cordero de Dios, el que va a quitar el pecado del mundo.
30. Éste es de quien yo dije: “Detrás de mí llega un varón que estaba ya presente antes que yo, porque existía primero que yo”.
31. Tampoco yo sabía quién era, pero si yo he venido a bautizar con agua es para que se manifieste a Israel.
32 Y Juan dio este testimonio:
-He contemplado al Espíritu bajar como paloma desde el cielo y quedarse sobre él.
33. Tampoco yo sabía quién era; fue el que me mandó bautizar con agua quien me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y se queda, ése es el que va a bautizar con Espíritu Santo”.
34. Pues yo en persona lo he visto y dejo testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
29-34. Segundo día. Testimonio de Juan para toda época (sin oyentes determinados) acerca de Jesús. Centro (32): Jesús, el portador del Espíritu (plenitud de vida y amor del Padre). Relación con el prólogo 1,30 repite 1,15. A la luz de 1,14 (clave de éxodo), el Cordero de Dios alude al cordero pascual, cuya sangre liberó al pueblo israelita de la muerte y cuya carne fue su alimento. Se anuncia, pues, la muerte de Jesús y la nueva Pascua (fiesta) / éxodo (liberación).
Como paloma (32) alude a Gn 1,2: “el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”. Termina de realizarse el proyecto creador: la comunicación plena del Espíritu a Jesús hace realidad al Hombre-Dios (1,1) Consagración mesiánica (10,36; Is 1,1ss; 42,1; 61,1ss), origen divino de la persona y misión de Jesús (3,13; 6,42.50.51.58; cf.1,18). La esfera del Espíritu se encuentra donde está Jesús (cf. 4,24). El Espíritu se identifica con la gloria, la plenitud de amor y lealtad (1,14); la misión de Jesús-Mesías consiste en comunicar a los hombres el Espíritu (33) o la gloria (17,22).
El pecado del mundo es la opción por una ideología (tiniebla) que frustra el proyecto creador, es decir, que suprime o reprime en los hombres la vida o la aspiración a ella, impidiendo la búsqueda de la plenitud en uno mismo o en los demás. Al dar la experiencia del Espíritu/vida, Jesús va a quitar el pecado del mundo, va a liberar al hombre de la sumisión a las ideologías de esclavitud. Tampoco yo sabía quién era (31.33), como Samuel no conocía a David (1 Sm 16,11); alusión mesiánica.
El testimonio solemne de Juan (34) tendrá su paralelo en el del discípulo al pie de la cruz (19,35).
Discípulos de Juan siguen a Jesús.
35. Al día siguiente, de nuevo estaba presente Juan con dos de sus discípulos
36. y, fijando la vista en Jesús que caminaba, dijo:
- Mirad el Cordero de Dios.
37. Al escuchar sus palabras, los dos discípulos siguieron a Jesús.
38. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
- ¿Qué buscáis?
Le contestaron:
-Rabbí (que equivale a “Maestro”), ¿dónde vives?
39. Les dijo:
- Venid y lo veréis.
Llegaron, vieron dónde vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él; era alrededor de la hora décima.
40. Uno de los dos que escucharon a Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro;
41. fue a buscar primero a su hermano carnal Simón y le dijo:
- Hemos encontrado al Mesías (que significa “Ungido).
42. Lo condujo a Jesús. Jesús, fijando la vista en él, le dijo:
- Tú eres Simón, el hijo de Juan; a ti te llamarán Cefas (que significa “Piedra”).
35-42. Tercer día. Jesús camina, ha empezado su misión. Los dos discípulos de Juan oyen la declaración de éste (36), que resume la pronunciada antes (1,29-34); comprenden al Mesías como portador y comunicador del Espíritu, y siguen a Jesús.
Jesús vive en la esfera del Espíritu, que es la de Dios y que no puede conocerse más que por experiencia (39: lo veréis). Los dos discípulos se quedan con él en esa esfera. Anticipa Jn el estado ideal de la comunidad cristiana. La hora décima (las cuatro de la tarde) está cerca del final del día (la hora duodécima): Israel está para terminar su historia.
Un discípulo, Andrés (=el varonil; cf. 1,30: un varón), el hombre llegado a su madurez, ha escuchado a Juan (37.40). Simón Pedro, figura conocida, no lo ha escuchado, y no conoce la calidad del Mesías (40).
Andrés le habla de Jesús como Mesías, indicando así cuál era la expectación de su hermano Pedro (41). Éste se deja conducir. Jesús le anuncia que será llamado Piedra, pero no lo invita a seguirlo ni Pedro se ofrece. Al contrario que Andrés, Pedro no manifiesta reacción alguna después de su contacto con Jesús.
Llama a Felipe y a Natanael.
43. AL día siguiente decidió Jesús salir para Galilea; fue a buscar a Felipe y le dijo:
- Sígueme.
44. Felipe era de Betsaida, del pueblo de Andrés y Pedro.
45. Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo:
- AL descrito por Moisés en la Ley, y por los Profetas, lo hemos encontrado: es Jesús, hijo de José, el de Nazaret.
46. Natanael le replicó:
- ¿De Nazaret puede salir algo bueno?
Felipe le contestó:
-Ven a verlo.
47. Jesús vio a Natanael, que se le acercaba, y comentó:
- Mirad un israelita de veras, en quien no hay falsedad.
48. Natanael le preguntó:
-¿De qué me conoces?
Jesús le contestó:
-Antes que te llamara Felipe, estando tú bajo la higuera, me fijé en ti.
49. Natanael le respondió:
- Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de Israel.
50. Jesús le contestó:
-¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees? Pues cosas más grandes verás.
51. Y le dijo:
- Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre.
43-51. Cuarto día. Se completa la manifestación a Israel, objetivo de la actividad de Juan Bautista (1,31). Mientras los discípulos de éste siguieron a Jesús espontáneamente (1,37), a Felipe, que no pertenece al círculo de Juan ni conoce su testimonio sobre el Mesías, Jesús lo invita a seguirlo (43). Reacción entusiasta de Felipe. Describe a Jesús ante Natanael como la mera realización de lo predicho en el AT, sin darse cuenta de la novedad (45). Escepticismo de Natanael; la historia reciente le hace desconfiar de los mesianismos procedentes de Galilea. Felipe lo invita a tener contacto personal con Jesús (1,35) (46).
Jesús describe a Natanael como a modelo de israelita. La mención de la higuera alude a Os 9,10 (LXX): “Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres”. El profeta describía la elección del pueblo; Natanael representa precisamente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios; Jesús renueva la elección (47-48). Reacción entusiasta de Natanael: Rabbí: maestro fiel a la tradición (cf. V.45: Moisés en la Ley); Hijo de Dios: Mesías, el rey mesiánico (v.45: los profetas), interpretando como rey de Israel, el prometido sucesor de David (Sal 2,2.6s; 2 Sm 7.14; Sal 89,4s.27), que restauraría la grandeza del pueblo, no como en boca de Juan Bautista (1,33-34; el Hijo de Dios_ el portador del Espíritu).
La obra del Mesías no se limita a la elección de Israel (higuera). Primera declaración de Jesús sobre sí mismo. Alude a la visión de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Promesa (51: Veréis): la comunicación permanente con Dios en Jesús (el cielo quedar abierto). El Hombre (el portador del Espíritu): el proyecto salvador de Dios no se basa en la realeza davídica (49, de Natanael), sino en la plenitud humana (51). La promesa se realizará en la cruz, cuando vean al que traspasaron (19,37), en quien brilla la gloria/amor (cf. 19,34: sangre y agua).

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